El día de la Esperanza...


Que Ella es el culmen de la belleza no cabe duda. Está hermosa en su paso de palio, radiante, majestuosa, insultantemente guapa, Reina en medio de un mar de flores que solo Ella sabe y puede lucir con semejante gallardía.
Está hermosa en noviembre, porque ni siquiera el luto puede apagar la dulzura de su cara.
Está hermosa cuando vestida de gloria proclama a los vientos que fue concebida sin pecado original.
Está hermosa, hermosísima, cuando por cuaresma se hace mujer del pueblo y toma las vestiduras hebraicas adquiriendo su rostro una belleza inimaginable.
Está hermosa con lo que le pongan, da igual el color del manto, da igual el bordado de la saya, si lleva corona o rafaga de estrellas, si le ponen tocados de tul o encajes de mantilla, si la adornan con flores o la escoltan con cera... Da igual todo porque al mirarle a los ojos, todo queda eclipsado.
En el mes de diciembre se celebra su Triduo que finaliza en el día de la Expectación de María, o lo que es lo mismo: en estado de buena esperanza, la espera que tuvo la Virgen hasta el parto del Niño Jesús.
Ese día, el 18 de diciembre, se conmemora su onomastica y la Virgen baja del altar para acercarse al pueblo. Incontable número de devotos se acercarán a verla en la plenitud de su hermosura. Con Ella a dos palmos besaremos su mano, levantaremos los ojos y quedaremos absortos ante la abrumadora belleza que contiene la Esperanza. Son apenas unos segundos de luz, de vida, de emoción, de magnificencia absoluta ante la belleza que contemplamos, de magia, de ensueño, de desconexión total con el mundo que nos rodea, de trance inducido por una belleza tan fuera de nuestro entendimiento que nos hará creer que no estamos en este mundo.
La Esperanza es esa Madre que nos lo da todo. Nos llena en cada gesto y en cada mirada. Además su nombre contiene esa misma inmensidad que Ella posee en la eternidad de sus ojos. Y en su día se convierte en más Madre que nunca, porque cada 18 de diciembre, en vísperas navideñas, con las canciones de su coro repicando por cada rincón de su templo, la ternura que irradia su semblante nos cautivará de una manera indescriptible. Miraremos su rostro divino y... en estas fechas tan sensibles nos acordaremos de tantas cosas... Nos acordaremos de aquellos seres queridos que no están ya con nosotros; nos acordaremos de tantos años viviendo las mismas cosas, oyendo las mismas canciones, sintiendo las mismas emociones y derramando las mismas lágrimas como si todo, absolutamente todo, fuera vivido por vez primera. Y en medio de tantos recuerdos, en medio de tanta sensibilidad a flor de piel estará Ella reconfortandonos, con su inmensa dulzura, con su magica sonrisa, llenandonos de fe y de confianza. En su mirada encontramos todas las respuestas soñadas. El dolor o la pena se hacen dulces al lado de la Esperanza. Es el paraiso prometido, es el puerto que Dios nos promete como segura Patria. La Esperanza del altar que baja hasta su pueblo para darle definitivamente su pañuelo...

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