La Esperanza en versos de Rafael Montesinos


ROMANCILLO DE LA ESPERANZA DE TRIANA
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"La Virgen duda,
llena de gracia,
si nazarena,
si sevillana"
.
"Cirios tendidos,
túnicas blancas,
cien capirotes
sobre cien capas.
Ya por San Pablo
la Virgen pasa
(la Cruz de Guía
por la Campana)"
.
"Si nazarena,
si sevillana"
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"Porque es ahora
Semana Santa,
bajo su palio
va por la plaza,
entre varales
de sueño y plata
(gritan y rezan,
rezan y cantan)"
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"Porque de Egipto
no se acordaba
y ahora se acuerda,
pasa callada,
entre sus dudas
inauguradas
(dudas de Niña
Virgen mimada)"
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"Si las Pirámides,
si la Giralda"
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"Por San Jacinto,
de madrugada,
lejos del Puente,
pasa callada
(hoy no se acuesta
nadie en Triana).
La Virgen duda
frente a su casa"
.
"Si trianera,
si sevillana"
.

La Infanta Dña. Luisa de Orleans con su Esperanza


Doña María Luisa de Orleáns y Orleáns, Infanta de España, nació en Cannes (Francia) en el año 1882 y en el año que cumplía sus 47 primaveras, en 1929, fue obsequiada con el regalo más hermoso que jamás puede recibir una persona: ser nombrada Camarera de Honor de Ntra. Sra. de la Esperanza de Triana. Del mismo modo, en 1945, coincidiendo con la boda de su hija, la Princesa Dña. Esperanza de Borbón y Orleáns, tuvo la deferencia de invitar a nuestra Hermandad a tan distinguido acontecimiento, asistiendo en su nombre nuestro entonces Hermano Mayor D. Francisco López Cantero.
Las dos fotografías que les mostramos pertenecen a la Función Principal de Instituto, al que acudió gentilmente Dña. Luisa de Orleáns, tal como puede contemplarse, en lugar privilegiado junto al altar de Ntra. Sra. de la Esperanza. Las fotografías deben corresponder al mismo año de 1945 o 1946. La Virgen aparece vestida con la saya de Ojeda (posteriormente pasada a tisú blanco y empleada en la Coronación) y luce la antigua corona de camarín, puesto que la antigua de salida, la de los azulejos, se encontraba en proceso de restauración.

Estampas de mi Barrio


Estampa del Puente. Del Puente de hierro más antiguo de España, el que tiene la suerte de tocar las dos orillas más entrañables del Guadalquivir y el que a veces quiso ser tragado por sus aguas pero que siempre salió airoso de los envites del río. Como refirió D. Ángel Vela, el Puente que se viste de lunares para saltar el río, el Puente que tiene nombre de reina pero que nadie lo nombra así, sino por el que le confiere personalidad propia que es el de Triana. Puente, que como describió Manolo Garrido, se alarga de Madrugada, porque no le gusta que salga su Esperanza...
La estampa es de principios del siglo XX. Observen los carros, el tranvía, la antigua barandilla del Puente, las naves del barranco, la antigua chimenea de la Compañía Sevillana de Electricidad y el aún inexistente edificio del reloj (esquina inferior izquierda) que luego se convertiría en el conocido Bar Faro.

Portada de nuestros boletines


Una hermosa estampa antigua del Stmo. Cristo de las Tres Caídas aparecía en la portada del Boletín de la Cuaresma de 2008, coincidiendo con el IV Centenario de la fundación de la Hermandad de las Tres Caídas.

La primera estampa conocida del Stmo. Cristo de las Tres Caídas


Si no es la más antigua fotografía conocida del Señor de las Tres Caídas, es una de ellas. Debe estar fechada entre 1891 y 1893, es decir, entre el estreno de la túnica bordada que aparece en la imagen, realizada por el taller de Ojeda (1891) y la restauración llevada a cabo por Gutiérrez Cano (1894), en la que sustituyó la melena de pelo natural que puede apreciarse en esta estampa, por la cabellera de madera policromada actual (a excepción del mechón de pelo que cae por la cara del Señor, que es obra de Álvarez Duarte). Particularmente apostaría a que la foto data del año del estreno de la túnica y que motivó la realización de esta toma. Observese la corona de espinas desmontable y la mano que se apoya en el suelo y cuyo perfil es inconfundible. Eran tiempos de reorganización en la Hermandad, tiempos en los que comenzó a salir en la Madrugada del Viernes Santo.

Una hipotesis sobre la autoría del Stmo. Cristo de las Tres Caídas


No se sabe ciertamente quien labró tan bellisima Efigie. Se le atribuye a Marcos Cabrera, escultor documentado en el último cuarto del siglo XVI y principios del XVII. Siempre se le hermanó con la venerada Imagen del Nazareno de Utrera, aunque quizás se asemeje más a la de Ntro. Padre Jesús del Gran Poder, de Castilleja de la Cuesta.

Del mismo modo tenemos que apuntar un año que fue de vital importancia para la historia de la Hermandad: 1816. En este año se estrena la Capilla y, parece ser, que se realiza la Virgen de la Esperanza por Juan de Astorga. En esta época de reorganización de la Hermandad puede ser posible que el propio Astorga restaurase a la Imagen del Señor de las Tres Caídas. La belleza de su rostro y la dulzura que rebosa se acercan notablemente a las labores que este escultor lleva a cabo en todas sus imagenes. Sin embargo, no existen referencias documentales ni testimonios contemporaneos de que esto fuese así, aunque tampoco esto puede resultar una novedad, pues a lo largo de la historia de nuestras Cofradías no siempre hay testimonios de estos acontecimientos, bien por unas causas u otras.

No hay que olvidar que nuestro Cristo de las Tres Caídas llevó melena de pelo natural hasta finales del XIX en que Gutiérrez Cano labró su cabellera de madera policromada y esto también debió alterar au fisionomía original.

Y un dato sobre Marcos Cabrera: se le atribuye a este escultor el oficio de mareante, ya que en algunos documentos consta como capitán. Si esta hipotesis fuese cierta, pudiera ser probable que Marcos Cabrera fuese cercano o, incluso participara, en la fundación de la Hermandad de las Tres Caídas en 1608, ya que la misma fue fundada por el gremio de mareantes. ¿Pudo ser Marcos Cabrera, escultor y capitán marinero, el autor de la Imagen que habría de amparar y venerar a su propio gremio?. Lanzada queda la hipotesis.

Padre mío, Padre nuestro...


El Señor de las Tres Caídas encarna en su rostro todo cuanto aguardamos de Dios. Su estampa mantiene siempre viva nuestra fe, porque sus ojos son como un espejo donde renovamos nuestras fuerzas cada día. Como Padre, como Dios hecho Hombre, el Stmo. Cristo de las Tres Caídas es un verdadero nido de amor donde el tiempo se detiene sin mayores explicaciones. Su mirada es tan sumamente bondadosa y su semblante tan tiernamente dulce, que parece perdonarnos siempre que lo miramos y siempre que Él nos mira. Es todo cuánto esperamos de Dios: su amor, para nuestros defectos; su perdón, para nuestros errores; y su bondad en cada gesto que nos ofrece. Por eso, mi Dios se encarna en el Cristo de las Tres Caídas. Es la Imagen bendita que llena mi alma y es quien siempre me responde ante las adversidades de la vida. Él es el pilar indiscutible de mi fe, donde su mano me acaricia y me perdona, donde su mirada me hace comprender lo que a veces no llego a entender y donde sus labios me hablan sin siquiera pronunciar una palabra... Todo lo encuentro en Él, porque Él me lo entrega todo. La ternura de buen Padre, el amor de Dios entregado, la bondad del Corazón más puro, la sangre del sacrificio más obediente, el gesto de morir por los que ni siquiera lo merecen, la caída del que tropieza en el camino y la mano apoyada que se ha de levantar para enseñarnos la manera y el modo de continuar en la senda de nuestra existencia... Él y sólo Él, mi divino y humano Maestro, mi Señor de las Tres Caídas, Padre mío y Padre nuestro...

El Stmo. Cristo de las Tres Caídas en versos de José María Rubio.


"Por el suelo de Triana,
Cristo de las Tres Caídas,
con la mirada perdida,
tu oscura pena se arrastra.
¡quién fuera tu cirineo
en esa noche tan larga!.
"En mis hombros pecadores
llevaría la dura carga
de la cruz de mis pecados
por tus calles solitarias.
Mi fuerza sería tu fuerza,
mi espalda sería tu espalda,
mis dolores tus dolores
y mis labios tu Esperanza.
Tú irías, Señor, adelante,
y yo al paso de tus andas,
con tu cruz de puente a puente,
con tu cruz de Madrugada,
una noche sin caídas
tras las huellas de tus plantas.
Más si no puedo, Dios mío,
servirte en tan dura carga,
si han de besar tus rodillas
este suelo de Triana,
hazme piedra del camino
para tu mano apoyada,
y en la roca de mi vida,
sobre el barro de mi alma,
levantate Cristo mío,
sosteniéndote en mi espalda,
que si caes setenta veces,
setenta veces las andas
de tu cruz y tus dolores,
de tu eterna Madrugada,
serán tu amor y mi fuerza
para tu mano apoyada
en la piedra de mi vida
que es el barro de Triana"
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(Pregón de la Semana Santa sevillana de 1991)

Esa Avenida trianera...




Por la Avenida pasan todas las Cofradías de Sevilla. Algunas Hermandades pasan sin pena ni gloria porque dejaron todo su tiempo en la Campana, olvidando que el momento culmen que da sentido a la estación de penitencia es la visita a nuestra Santa Iglesia Catedral. Otras Hermandades si dan el verdadero valor que esto tiene y no hacen de su entrada en la Catedral una simple pasada a la carrera, más o menos sosa y deprisa. Así, como abonado que soy desde hace tiempo inmemorial en la dicha Avenida, muy cerquita de la Puerta de San Miguel, salvo las Cofradías de la Estrella y San Gonzalo, y los pasos de la Presentación al Pueblo, de San Benito, y el soberbio palio del Baratillo que hace de la Avenida una calle más de su barrio y ejecuta una impresionante chicotá de media hora que abarca desde el Banco de España hasta el interior de la Catedral a base de marchas procesionales encadenadas, otras Hermandades pasan bastante desapercibidas por allí, sin contar, evidentemente, las que procesionan en riguroso silencio.

Otra cosa es lo que hace la Esperanza de Triana. Porque si a la Campana le cuesta hacerle palmas a la Esperanza, la Avenida es trianera por los cuatro costaos. Cuando el Señor de las Tres Caídas cruza y la fuerza de sus cornetas levantan a la Avenida, Sevilla se rinde a sus plantas. El poderío que tiene este paso no está al alcance de otros. Podrán ser más bonitos, pero la fuerza de atracción y el fervor que levanta cuando pasa no lo tiene ninguno. Y es que la cara que tiene el Señor de las Tres Caídas, con esa guapura que le caracteriza, heredada como no podía ser de otra manera, de su Stma. Madre de la Esperanza, cautiva corazones en ambas orillas del Guadalquivir. Si a eso unimos el misterio que le acompaña, el arte de sus costaleros y la sinfonía de sus cornetas y tambores, el resultado es tremendamente singular.

Recuerdo aquellas Madrugadas de la década de los ochenta, en los que los retrasos que se acumulaban en la carrera oficial hacían a nuestra Hermandad pasar por la Avenida casi a carrera abierta y casi sin una marcha procesional al palio de nuestra Esperanza. Qué recuerdos... pero cómo le aplaudía la gente cuando su paso se paraba a mecerse y sus gladiolos votaban con la gracia que solo Ella tiene, pese a que solo los tambores acompañasen su compás... Pero los tiempos cambiaron, y la Hermandad pasa por la Avenida como solo ella sabe hacerlo: arrastrando corazones, piropos y palmas entregadas a la causa trianera. Después de haber visto a mi Hermandad más de treinta años consecutivos por la Avenida puedo decir que es la única Cofradía que hace subirse a todos sus abonados a las sillas. ¿El motivo?: contemplar ese singular encuentro que se produce cuando el Señor de las Tres Caídas cruza hacia la calle Almirantazgo y la Esperanza se dispone a entrar en la Catedral. Es un instante único y singular que no tiene precedentes ni parangón con ningún otro de la Semana Santa sevillana.

Triana y su Esperanza no tienen limites, pese a que otros quieren ponerselo. Puede contemplarse cada Madrugada cuando la Hermandad cruza el Puente y hace suya a Sevilla. La Avenida, esa que ni hemos citado su nombre porque no hace falta, es buena prueba de ello. Y ante realidades como estas, no hay nada que objetar.