Estampas de mi Barrio

La historia de Sevilla siempre estuvo ligada a la de su propio río. La de Triana, también. El Guadalquivir les trajo la gloria y las calamidades, de estas últimas, más a Triana que a Sevilla por su situación geografica, no solo extramuros de la ciudad, sino en la orilla opuesta y a ras de sus aguas. Por eso, los vecinos tianeros, al no contar con murallas donde guarecerse, combatieron las crecidas del río colocando sus calles en curso paralelo al Guadalquivir, a fin de atenuar de alguna manera las riadas de sus casas: Betis, Pureza, Rodrigo de Triana, Pages del Corro, Castilla, el nucleo antiguo y vertebrador del barrio, siempre marcando lineas paralelas al propio Guadalquivir. Y entretejiendo estas calles, el corazón del Altozano, que como su propio nombre indica, se elevaba a raiz de la creación del Puente de Triana (1852). Sin embargo, mientras el río con su corriente depositaba sus arenas en la orilla sevillana, en el Arenal, en Triana casi siempre el Guadalquivir llamaba a sus puertas y entraba hasta la cocina. De hecho, la calle Betis se llamó en su tiempo Orilla del Río y después siguió adoptando el nombre que los romanos le dieron a sus aguas. Y lo peor no se quedaba en las crecidas del río y en la invasion que sus aguas hacían del barrio, que ya de por sí causaban innumerables dramas, sino que, después, no eran pocos los brotes de epidemia que surgían en la población trianera, llevandose consigo otras tantas vidas.
La fotografía ofrece una crecida del Guadalquivir en el primer cuarto del siglo XX. Observese el nivel que alcanza el río y como casi ciega los arcos del Puente. También se puede ver la corriente que entonces tenía el río, que más tarde perdió con el tapón que se levantó en Chapina y otras obras destinadas a acabar con las arriadas. La estampa muestra la enorme chimenea de la Compañía Sevillana de Electricidad y al fondo, a la derecha, se adivina la espadaña del templo de la Magdalena. Vemos que aún no está construida la Capillita del Carmen, ni aparece el edificio del Faro. Eso si, las aguas del río se adentran en la calle Betis y en la zona baja del Altozano, donde observamos hasta a trianeros en barcas. Tan hecha estaba la población a estas crecidas del río, que en vez de atemorizarse acudían a presenciarlas desde la altura del Altozano y del propio Puente con los riesgos que ello conllevaba. Sin duda, una estampa para el recuerdo.

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