La Esperanza en versos de Rafael Montesinos
La Infanta Dña. Luisa de Orleans con su Esperanza
Estampas de mi Barrio
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La primera estampa conocida del Stmo. Cristo de las Tres Caídas
Una hipotesis sobre la autoría del Stmo. Cristo de las Tres Caídas
No se sabe ciertamente quien labró tan bellisima Efigie. Se le atribuye a Marcos Cabrera, escultor documentado en el último cuarto del siglo XVI y principios del XVII. Siempre se le hermanó con la venerada Imagen del Nazareno de Utrera, aunque quizás se asemeje más a la de Ntro. Padre Jesús del Gran Poder, de Castilleja de la Cuesta.
Del mismo modo tenemos que apuntar un año que fue de vital importancia para la historia de la Hermandad: 1816. En este año se estrena la Capilla y, parece ser, que se realiza la Virgen de la Esperanza por Juan de Astorga. En esta época de reorganización de la Hermandad puede ser posible que el propio Astorga restaurase a la Imagen del Señor de las Tres Caídas. La belleza de su rostro y la dulzura que rebosa se acercan notablemente a las labores que este escultor lleva a cabo en todas sus imagenes. Sin embargo, no existen referencias documentales ni testimonios contemporaneos de que esto fuese así, aunque tampoco esto puede resultar una novedad, pues a lo largo de la historia de nuestras Cofradías no siempre hay testimonios de estos acontecimientos, bien por unas causas u otras.
No hay que olvidar que nuestro Cristo de las Tres Caídas llevó melena de pelo natural hasta finales del XIX en que Gutiérrez Cano labró su cabellera de madera policromada y esto también debió alterar au fisionomía original.
Y un dato sobre Marcos Cabrera: se le atribuye a este escultor el oficio de mareante, ya que en algunos documentos consta como capitán. Si esta hipotesis fuese cierta, pudiera ser probable que Marcos Cabrera fuese cercano o, incluso participara, en la fundación de la Hermandad de las Tres Caídas en 1608, ya que la misma fue fundada por el gremio de mareantes. ¿Pudo ser Marcos Cabrera, escultor y capitán marinero, el autor de la Imagen que habría de amparar y venerar a su propio gremio?. Lanzada queda la hipotesis.
Padre mío, Padre nuestro...
El Señor de las Tres Caídas encarna en su rostro todo cuanto aguardamos de Dios. Su estampa mantiene siempre viva nuestra fe, porque sus ojos son como un espejo donde renovamos nuestras fuerzas cada día. Como Padre, como Dios hecho Hombre, el Stmo. Cristo de las Tres Caídas es un verdadero nido de amor donde el tiempo se detiene sin mayores explicaciones. Su mirada es tan sumamente bondadosa y su semblante tan tiernamente dulce, que parece perdonarnos siempre que lo miramos y siempre que Él nos mira. Es todo cuánto esperamos de Dios: su amor, para nuestros defectos; su perdón, para nuestros errores; y su bondad en cada gesto que nos ofrece. Por eso, mi Dios se encarna en el Cristo de las Tres Caídas. Es la Imagen bendita que llena mi alma y es quien siempre me responde ante las adversidades de la vida. Él es el pilar indiscutible de mi fe, donde su mano me acaricia y me perdona, donde su mirada me hace comprender lo que a veces no llego a entender y donde sus labios me hablan sin siquiera pronunciar una palabra... Todo lo encuentro en Él, porque Él me lo entrega todo. La ternura de buen Padre, el amor de Dios entregado, la bondad del Corazón más puro, la sangre del sacrificio más obediente, el gesto de morir por los que ni siquiera lo merecen, la caída del que tropieza en el camino y la mano apoyada que se ha de levantar para enseñarnos la manera y el modo de continuar en la senda de nuestra existencia... Él y sólo Él, mi divino y humano Maestro, mi Señor de las Tres Caídas, Padre mío y Padre nuestro...
El Stmo. Cristo de las Tres Caídas en versos de José María Rubio.
Esa Avenida trianera...
Por la Avenida pasan todas las Cofradías de Sevilla. Algunas Hermandades pasan sin pena ni gloria porque dejaron todo su tiempo en la Campana, olvidando que el momento culmen que da sentido a la estación de penitencia es la visita a nuestra Santa Iglesia Catedral. Otras Hermandades si dan el verdadero valor que esto tiene y no hacen de su entrada en la Catedral una simple pasada a la carrera, más o menos sosa y deprisa. Así, como abonado que soy desde hace tiempo inmemorial en la dicha Avenida, muy cerquita de la Puerta de San Miguel, salvo las Cofradías de la Estrella y San Gonzalo, y los pasos de la Presentación al Pueblo, de San Benito, y el soberbio palio del Baratillo que hace de la Avenida una calle más de su barrio y ejecuta una impresionante chicotá de media hora que abarca desde el Banco de España hasta el interior de la Catedral a base de marchas procesionales encadenadas, otras Hermandades pasan bastante desapercibidas por allí, sin contar, evidentemente, las que procesionan en riguroso silencio.
Otra cosa es lo que hace la Esperanza de Triana. Porque si a la Campana le cuesta hacerle palmas a la Esperanza, la Avenida es trianera por los cuatro costaos. Cuando el Señor de las Tres Caídas cruza y la fuerza de sus cornetas levantan a la Avenida, Sevilla se rinde a sus plantas. El poderío que tiene este paso no está al alcance de otros. Podrán ser más bonitos, pero la fuerza de atracción y el fervor que levanta cuando pasa no lo tiene ninguno. Y es que la cara que tiene el Señor de las Tres Caídas, con esa guapura que le caracteriza, heredada como no podía ser de otra manera, de su Stma. Madre de la Esperanza, cautiva corazones en ambas orillas del Guadalquivir. Si a eso unimos el misterio que le acompaña, el arte de sus costaleros y la sinfonía de sus cornetas y tambores, el resultado es tremendamente singular.
Recuerdo aquellas Madrugadas de la década de los ochenta, en los que los retrasos que se acumulaban en la carrera oficial hacían a nuestra Hermandad pasar por la Avenida casi a carrera abierta y casi sin una marcha procesional al palio de nuestra Esperanza. Qué recuerdos... pero cómo le aplaudía la gente cuando su paso se paraba a mecerse y sus gladiolos votaban con la gracia que solo Ella tiene, pese a que solo los tambores acompañasen su compás... Pero los tiempos cambiaron, y la Hermandad pasa por la Avenida como solo ella sabe hacerlo: arrastrando corazones, piropos y palmas entregadas a la causa trianera. Después de haber visto a mi Hermandad más de treinta años consecutivos por la Avenida puedo decir que es la única Cofradía que hace subirse a todos sus abonados a las sillas. ¿El motivo?: contemplar ese singular encuentro que se produce cuando el Señor de las Tres Caídas cruza hacia la calle Almirantazgo y la Esperanza se dispone a entrar en la Catedral. Es un instante único y singular que no tiene precedentes ni parangón con ningún otro de la Semana Santa sevillana.
Triana y su Esperanza no tienen limites, pese a que otros quieren ponerselo. Puede contemplarse cada Madrugada cuando la Hermandad cruza el Puente y hace suya a Sevilla. La Avenida, esa que ni hemos citado su nombre porque no hace falta, es buena prueba de ello. Y ante realidades como estas, no hay nada que objetar.